Las historias no deben permanecer ocultas en los corazones de quienes las vivieron sino que tienen que ser el buque insigna de cualquier emprendimiento que hayan originado. “Érase una vez una pirámide…”
Si descubrir significa “observar algo que antes había permanecido oculto”, entonces la civilización actual nunca descubrió nada. Con diferentes nombres, nuevos puntos de vista o simplemente con otras formas de percepción, nuestros antepasados nos dejaron un legado de sabiduría al que apenas soslayamos en conocimiento y comprensión. El origen de OCYO se pierde entre mitos y leyendas, pero encuentra su concepción gracias a los humanos sentimientos de compartir y ayudar.
Todo comenzó mientras varias miradas localizaban atónitas la pirámide de Pakaritampu que se encuentra en la zona andina de Ollantaytambo, Perú. Contemplaban un espectáculo del que ya les habían advertido los nativos de una comunidad indígena cercana al lugar. Sabían que al subir a la montaña a cierta altura, podrían identificar la silueta de la monumental pirámide trunca que ocupa un aérea de 150 hectáreas y tiene una altura de 34 metros .
¿Cómo algo tan grande podía permanecer oculto a los ojos del viajero inadvertido? Una vez más, se comprobaba que la arquitectura sagrada reserva sus saberes para que sean descubiertos solo por aquellos que los buscan sin los prejuicios que nos imponen nuestros sentidos.
Fueron muchas las ideas irracionales que debieron ser aceptadas para comprender que, quizás, ese monumento piramidal guardaba celosamente el misterio del origen de los Incas. Al fotografiar el amanecer del solsticio de invierno, el 21 de junio para el hemisferio Sur, mientras se iluminaban las ventanas de la pirámide, tal como narra el mito de los Hermanos Ayar, la leyenda tomo vida en la mente de sus descubridores.
Por ese entonces, finales de los ochenta, Ollantaytambo era un poblado tranquilo compuesto por graciosas calles estrechas y casas de piedras cercadas por los múltiples canales que canalizan el agua de los deshielos y que funcionan desde hace siglos, suministrando del líquido elemento a todo el poblado en su recorrido desde los nevados hacia el Wilkamayu, Río Urubamaba en la actualidad. En el Ollantaytambo de entonces, se respiraba misterio y serenidad.
Todo eso cambió. De pronto Ollantaytambo se declaró de “interés turístico” y el escenario nunca más volvería a ser igual. Autobuses cargados de curiosos viajeros invadieron el poblado. Algunos habitantes decidieron retirarse hacia las montañas en busca de la apacible tranquilidad. Llegaron nuevos vecinos de ciudades peruanas, familias enteras que vieron en Ollantaytambo una vía para comercializar sus productos con mayor facilidad. Otros tantos lugareños intentaron adaptarse a los cambios pero no supieron por dónde empezar. El peso del progreso arrasó rápidamente y se coronó cuando trajó consigo a la caja tonta. Dentro del caos, la televisión sustituyó al encuentro de los pobladores en la plaza para convertirse en la dueña de la verdad individual en cada hogar.
OCYO nació buscando una respuesta a estas preguntas. Empezó siendo un grupo de amigos, al que pronto se sumaron más personas. Personas animadas por el mismo deseo de transitar por rutas casi desconocidas por el turismo. Viajeros que conocerían de primera mano rituales y leyendas. Pasajeros que visitarían escuelas, comunidades e interactuarían con los habitantes. Peregrinos que tan sólo con su presencia, provocarían que los habitantes de la zona recordaran sus orígenes humanos y divinos, con respeto y dignidad.
Así comenzó la aventura de gestionar itinerarios cuyo fin sea algo más que unas vacaciones. Con los años, OCYO ha ido incorporando nuevos destinos con un mismo denominador común: son todos sitios mágicos cargados de sabiduría, mitos, culturas ancestrales que emergen desde el inconsciente colectivo y que reclaman no quedarse en el olvido de los pueblos porque tienen mucho aún por enseñar. OCYO es la oportunidad de crecer, aprender, ayudar y disfrutar, mientras se participa activamente del gran cambio de la humanidad.
Viajando con OCYO, podrás vivir tu leyenda personal.